
Cuando estudié en el colegio mi casa estaba lejos de mi colegio, por eso tenía que vivir en el dormitorio y podía regresar a mi casa solo una vez por dos días por un mes. Estos dos días para mí eran los más felices días. En los días tenía no más clases, no más ejercicios, no mas calistenias, no tenía que levantarme temprano, podía ver el televisor y comer muchas comidas deliciosas. Por eso cada vez cuando tenía que volver al colegio estaba muy triste. Tenía que levantarme a las cinco par coger la buseta a mi colegio. Tuve una vez muy graciosa. Tenía que volver al colegio, pero la noche anterior vi mucha televisión y no pude levantarme por la mañana, no supe cuantas veces soñaba con el despertador, no supe cuántas veces mi mamá me despertaba. Me levanté muy tarde, hasta el coche solio diez minutos. Me vestí muy rápido, pero de todos modos no pude encontrar un calcetín, de ninguna manera, encontré un calcetín cualquiera y me lo puse. Con los ojos cerrados me vestí, cogí la maleta y un pan, corrí a la estación. Tuve buena suerte, la buseta llegó al miso tiempo. Estaba dormida por toda la distancia, llegué al salón de clase, empujé la puerta, mis compañeros me saludaron y después leían. Al principio pensé como dos días no me veían y ellos añoraban estar conmigo y estaba alegre, pero ellos comenzaron a leer más duro, yo pensaba ellos veían mis calcetines, pero ellos estaban bien en mi zapatos. En el resultado, yo puse el revestimiento de la camisa afuera, mi cara estaba roja como una manzana, en ese mismo instante corrí al baño. Cuando empezó la clase el profesor nos dijo que saquen la tarea, yo no pude encontrarla, anoche no la puse en la maleta, ¡qué mal! Claro el profesor estaba enojado. La mala suerte no terminó, al mediodía comí un insecto en la sopa, casi escupí los intestinos. Por la noche tenía mucha hambre, compré en la tienda los fideos instantáneos, pero no hubo agua caliente. Cuando me acosté estaba muy triste, ¡que malo día era!
Dios mío, ¡que venga la mañana más rápido!